Mi primer compañero fue Homero, el cual fue un gran pilar en un difícil momento que  me toco vivir, el fue la alegría del hogar, nos alegraba escuchar sus pasos en las mañanas, pidiendo apuradito salir a hacer sus necesidades, sus ocurrencias (que las tiene y muchas) y su gran compañerismo.

 Donde íbamos, allá iba él, con gran agrado y felicidad, es el primero en estar en la puerta cuando escucha la llave. Solo después que tenemos un chihuahua vemos lo inteligentes que son estos pequeños, dan mucho y piden poco. Para ellos la mayor felicidad es poder estar al sol, pasan horas tirados al sol y son capaces de esperarnos largos ratos cuando salimos con ellos.

 Luego, Homero creció y también nuestro cariño por esta raza y así fue como me avoque a conseguirle compañera a Homero, cosa que no fue fácil, como  con un hijo uno quiere lo mejor para él, en fin ...

Así fue que vino a casa Zoe, luego de celos y enojos, hoy son grandes amigos, comparten juegos, salidas y el sol.

 Brevemente, este es nuestro inicio y el reflejo de cómo tratamos  nuestros chihuahuas.

 Le doy mil gracias mi ángel Martín al cual le deseo paz y luz allí donde esté, es por él por quien ahora tengo a Homero, a mi esposo Rafael  y a la razón de mi vida: JOAQUÍN.

 Analía Lauber